Descripción |
La niña leía y releía El libro de la selva, de Kipling. Tenía sueños recurrentes: viajar a África, vivir entre animales salvajes, descifrar sus comportamientos y escribir como su madre novelista. Pero, lejos de la ficción, deseaba "narrar" a esas criaturas que, para ella, nada tenían de ominoso. Vivía en la costa sur de Inglaterra, en Bournemouth, y en vez de jugar con amigas se escapaba a los gallineros para presenciar ese pase mágico que le permite a una gallina poner un huevo, empollarlo y alumbrar una vida. Cuando llegaba la hora del sueño, su madre, Margaret, iba a cubrirla con una manta y descubría que la pequeña Jane escondía en su mano un puñado de lombrices. "Pero ellas necesitan de la tierra", le explicaba su madre, y juntas volvían a depositarlas en su hábitat. |